Sobre el dia en que acepte que JLo es boricua

Por Sofía G. (NYC/ San Juan, PR)

El debate de si JLo debería ser considerada boricua o no parece ser tan viejo como el de si el pelo de Lubriel es real o no. La realidad es que va más allá de lo político, social o nacional, mucho más allá a las profundidades de nuestros corazones boricuas que son finalmente los que deciden por nosotros basados enteramente en gusto; no en razón sino en rencor. Decidimos no porque verdaderamente tengamos issues con los puertorriqueños nacidos fuera del país sino porque o nos gusta su música o pensamos que es una pendeja.

Yo llevaba años rechazándola como compatriota, únicamente porque me caía mal y me parecía que usaba su puertorriqueñidad para hacer chavos, hasta la semana pasada, cuando en una conversación reveladora descubrí que es verdaderamente boricua. Hablando con una mujer en Nuevo México salió a relucir que yo era puertorriqueña y ella obviamente hizo lo posible por hacer algún comentario simpático que probara su conocimiento del país o de sus ciudadanos. Esto en la mayoría de los casos implica un listado de las figuras populares puertorriqueñas más conocidas seguidas de un "es de Puerto Rico, verdad?" y esta vez no fue ninguna excepción. Yo como siempre puse cara simpática y dije que si a la parada de nombres que me lanzaba.

Pero entonces, sin señal ni aviso, cuando llegó a Jlo de repente me dijo "ella estuvo por acá, yo la vi. Fue a la tienda de mi papá." a lo que yo pretendí interesarme y le dije " ¿ah, sí? que chévere" por eso de darle cuerda y no promover hostilidad. Y entonces me dijo "si, ese día yo fui a ver a mi papa y me dijeron que ella estaba allí y yo no la veía ni nada hasta que de repente vi bajando por la escalera a una muchacha bajita con la cabeza llena de rolos".

Así mismo como lo oyen. Con la cabeza llena de rolos. Como cualquier compradora Riopedrence paseándose por el paseo de Diego. Como toda una cangrejera santurcina paseándose por la Fernández Juncos. Como toda una boricua bestial.